Mi nombre es Alma Carbajal Calderón, tengo 46 años y soy la hija menor de tres hermanos. Nací en el seno de una familia muy amorosa, en la que el esfuerzo y el trabajo siempre fueron los pilares fundamentales. Mis padres, a pesar de las dificultades que enfrentaban, lucharon siempre por darnos, a mis hermanos y a mí, las mejores oportunidades posibles dentro de sus limitadas capacidades. Desde pequeña, me sentí envuelta por un amor incondicional, algo que me acompañó a lo largo de toda mi vida.

Ser la menor de tres significaba que siempre fui rodeada de la protección y el cuidado de mis dos hermanos mayores. Ellos fueron mi ejemplo, mis compañeros de juegos y, muchas veces, mis consejeros. En casa, me llamaban «la princesa», un apodo que, aunque lleno de cariño, también representaba esa sensación de ser cuidada y mimada, pero también protegida de las adversidades del mundo.

Desde muy joven, me enamoré de la educación y el aprendizaje. La escuela no solo fue un lugar donde adquirí conocimientos, sino también un espacio donde entendí que las oportunidades deben aprovecharse al máximo. Para mí, la prioridad siempre fue estudiar y prepararme, no solo por un futuro mejor, sino por el compromiso que sentía hacia aquellos que habían invertido tanto esfuerzo en brindarme esas oportunidades.

Con esa mentalidad, decidí estudiar Contabilidad en la UNAM. Mi sueño era ser empresaria, pues siempre me han atraído los negocios. Creí que esa carrera sería el camino hacia mis objetivos, el puente que me conectaría con mis sueños. Si bien es cierto que tal vez no era la carrera perfecta para lo que hoy hago, lo que sí puedo decir con certeza es que me proporcionó herramientas valiosas que, con el tiempo, me han ayudado a alcanzar muchos de los logros que tengo en mi vida profesional.

Fortaleza, Amor y la Familia como Motor de Vida

En mi vida personal, siempre me he considerado una persona fuerte, entusiasta y resiliente. Aunque soy la más pequeña de mis hermanos, siempre me he sentido profundamente agradecida por poder ser un gran apoyo para mis padres y mis hermanos. A lo largo de los años, he aprendido que, a pesar de las diferencias, el amor y el compromiso son los pilares que unen a una familia. Mi familia ha sido y sigue siendo mi motor, mi inspiración y mi mayor fuente de energía.

Hoy, tengo una hermosa familia propia, formada por Carlos, mi esposo, quien ha sido mi compañero incondicional en todo, y nuestra hija Isabella, que llena nuestros días de luz y esperanza. Además, tengo a Mayra y Diego, dos seres maravillosos que amo con todo mi corazón. Aunque somos parte de esa «familia moderna» que muchos conocen, donde las circunstancias y las dinámicas son diferentes, lo que siempre ha estado claro para nosotros es que lo más importante es estar juntos, y que lo que nos une más que nada es el amor.

Para mí, el concepto de familia ha sido siempre más allá de los lazos de sangre. La familia es un espacio de apoyo, de crecimiento conjunto, donde cada uno, sin importar su edad o rol, puede aprender, soñar y ser mejor. En mi caso, he podido ser testigo de cómo el amor y el respeto se transmiten de generación en generación, y cómo ese mismo amor se convierte en la fuerza que nos impulsa hacia adelante.

La Maternidad: Un Amor Que Transformó mi Vida

A los 29 años, me convertí en madre, una de las experiencias más hermosas y trascendentales de mi vida. Recibir a un pedacito de vida en mis brazos cambió por completo mi perspectiva y mis prioridades. Desde que Isabella estaba en mi vientre, la soñaba y la esperaba con todo mi amor, pero la realidad de ser madre me brindó una enseñanza invaluable: el amor incondicional y la capacidad de transformar la vida de otro ser humano, al mismo tiempo que me transformaba a mí misma.

Estos 18 años como madre han sido la mejor enseñanza de vida que he recibido. Cada día junto a mi hija me ha permitido aprender algo nuevo, y aunque la maternidad no siempre es fácil, las alegrías y los desafíos me han ayudado a ser más resiliente y a valorar aún más lo que tengo. Ser madre me ha mostrado la verdadera esencia del amor y la entrega, y no hay mayor bendición que ver crecer a tu hija con valores sólidos y rodeada de todo el amor que pueda ofrecerle.

El Amor y la Fuerza de una Pareja

Mi vida de pareja con Carlos ha sido un viaje de constante aprendizaje y crecimiento. A pesar de las adversidades que la vida nos ha presentado, hemos logrado caminar juntos, siempre tomados de la mano. No ha sido fácil, y no siempre ha sido perfecto, pero el amor y el respeto mutuo han sido la clave para mantenernos unidos. Lo más valioso de nuestra relación es que, a pesar de las dificultades, nuestro objetivo siempre ha sido el mismo: luchar por nuestro amor y por mantenernos juntos.

A lo largo de los años, hemos enfrentado desafíos, especialmente al intentar equilibrar nuestra vida personal y profesional. Pero lo que parecía ser un obstáculo, se convirtió en una oportunidad para consolidarnos como equipo. Carlos y yo hemos logrado, poco a poco, encontrar el balance entre nuestras vidas personales y laborales, y eso ha fortalecido no solo nuestra relación como pareja, sino también nuestro trabajo conjunto como equipo. La complicidad que compartimos a nivel laboral nos ha permitido crecer como profesionales y, sobre todo, como personas.

 

De la Lucha al Liderazgo: Un Camino de Esfuerzo y Pasión

Hoy, soy Directora Adjunta de Comercial Rod May, una posición que he alcanzado a base de constante esfuerzo, perseverancia y una profunda pasión por lo que hago. Cada paso en mi carrera ha sido el resultado de horas de trabajo, aprendizajes y, sobre todo, de no rendirme nunca ante los desafíos. Aunque el camino no ha sido fácil, me ha permitido obtener la experiencia necesaria para convertirme en la líder que soy hoy.

Ser líder no solo significa dirigir, sino inspirar, motivar y guiar a otros para que también puedan alcanzar su potencial. Para mí, ser líder es un compromiso constante de ser ejemplo de lo que se puede lograr cuando se trabaja con pasión y dedicación. A lo largo de los años, he aprendido que todo es posible si se pone el corazón en lo que se hace. Cada desafío, cada momento de incertidumbre, solo ha fortalecido mi convicción de que el esfuerzo y la perseverancia abren puertas, y que nunca debemos dejar de soñar ni de luchar por nuestros objetivos.

Mi experiencia me ha enseñado que el verdadero éxito no se mide solo en logros profesionales, sino también en la capacidad de compartir ese conocimiento y ayudar a otros a crecer. Mi mayor satisfacción es poder inspirar a mi equipo, demostrarles que todos tienen el poder de alcanzar lo que se propongan si trabajan con pasión y se mantienen firmes en su propósito.

Mis Momentos de Desconexión: La Sencillez de Disfrutar lo Cotidiano

Aunque mi vida profesional ha sido llena de esfuerzo y logros, mis momentos de desconexión son sencillos, pero muy significativos. Para mí, no hay nada mejor que disfrutar de una caminata tranquila por el bosque, perderme entre las páginas de un buen libro o dedicar tiempo a hacer ejercicio. Cada una de estas actividades me permite recargar energías, encontrar paz y conectar conmigo misma.

Uno de mis mayores placeres es pasar tiempo en familia. Los días en los que nos reunimos, ya sea para disfrutar de una buena comida en un restaurante o simplemente para compartir una caminata por algún lugar especial, son los más valiosos para mí. Es en esos momentos donde realmente me siento en equilibrio y agradecida por todo lo que tengo.

Soy una gran amante de los viajes. No solo por la oportunidad de conocer lugares hermosos, sino por la posibilidad de sumergirme en historias y culturas tan diferentes a la mía. Cada viaje es una nueva lección, una nueva perspectiva que me enriquece y me motiva a seguir explorando el mundo.

En cuanto a mis momentos de relax, me encanta disfrutar de series y películas en la compañía de Carlos y nuestra hija Isabella. Esas tardes de sofá, risas y emociones compartidas son las que me conectan aún más con ellos y me recuerdan lo afortunada que soy por tener una familia tan unida.

También comparto con Carlos una pasión por las motos. Nos gusta ir a pasear juntos, disfrutar de la libertad que nos da la carretera y vivir experiencias que solo un viaje en moto puede ofrecer. Además, somos entusiastas del arte, y siempre buscamos ir a conciertos, exposiciones y conferencias. Esas experiencias culturales nos enriquecen y nos permiten compartir nuevos intereses y aprendizajes.

Hoy, mirando atrás y reflexionando sobre todo lo vivido, me doy cuenta de que nada de lo que he alcanzado ha sido fruto de la suerte o el azar, sino de la pasión, el esfuerzo constante y la creencia profunda de que todo es posible cuando trabajamos juntos con un mismo objetivo. La vida es un viaje lleno de retos, pero también de oportunidades, y todo lo que necesitamos para aprovecharlas está dentro de nosotros mismos.

A mi equipo de trabajo, les quiero decir que cada paso que damos es parte de un camino más grande. Cada desafío, cada éxito, cada día de esfuerzo vale la pena porque, al final, lo que construimos juntos no es solo un resultado profesional, sino una historia de crecimiento, de colaboración y de compromiso. Si algo he aprendido es que, cuando trabajamos con pasión y unidad, no hay meta que no podamos alcanzar.

A mi familia, gracias por ser mi inspiración constante, por darme fuerza y por enseñarme, cada día, lo que significa el verdadero amor y la perseverancia. Mi mayor deseo es que nunca dejen de soñar, que sigan luchando por sus objetivos, por sus pasiones, sin miedo a los obstáculos. La vida siempre traerá retos, pero también nos dará la fuerza necesaria para enfrentarlos. No importa lo grande o pequeño que sea el sueño, lo importante es tener el valor de ir tras él, sabiendo que el camino, aunque no siempre sea fácil, siempre estará lleno de aprendizaje y crecimiento.

Sigamos adelante, con pasión, con unidad, con amor. Todo es posible si no dejamos de luchar por lo que creemos.